jueves, 23 de abril de 2009

El tiempo que pasa

La carretera estaba brillante y el Sol reflejaba en el capo rojo de mi nuevo coche de empresa. El camino era largo y aun me debian quedar unas dos o tres horas para llegar al pueblo donde tenia que realizar mi reportaje. Estaba profundamente cansado, si hay una cosa que me lleve al limite de mis fuerzas es conducir. Una persona habia llamado a la redaccion diciendo que enviaramos rapidamente un equipo a su casa, donde, segun el/ella (no se distinguia muy bien), estaban sucediendo hechos de interes cultural. Me pregunto que les daria a mis jefes para enviarme al culo del mundo con la mision de cubrir "hechos de interes cultural". El individuo/individua solo habia dicho algo mas: "los libros estan cayendo de las estanterias y rebelandose contra su cautiverio". Supongo que esto es lo que les llamaria la atencion, pero aun asi...
Llevo dos años haciendo practicas en un periodico local, de mi ciudad de toda la vida. Tengo veintiseis años y un cuerpo de un anciano de sesenta. Naci con una enfermedad que me hace envejecer exteriormente varias veces mas rapido que cualquier otra persona. La verdad es que mi infancia y adolescencia no fueron periodos muy agradables desde mi punto de vista. Mi problema ocasiono que mis relaciones personales fueran escasas e incluso nulas, el unico y mejor amigo que recuerdo era mi padre. Siempre me estaba contando cuentos: "AAA, ¿sabes porque los camaleones tienen la capacidad de cambiar de color continuamente? Todo empezo...". Siempre comenzaba
de esta forma y seguia con un relato fantastico que casi siempre acababa con la muerte del protagonista. Tenia gran capacidad para trasmitirme pensamientos negativos, pero, llego un momento, en que acabe por adaptarme a sus "bonitos" cuentos.
Un dia, cuando estaba resolviendo unos problemas de algebra para mi clase de matematicas llegue a una conclusion muy simple: queria ser periodista. Nunca sabre el porque de esta decision, pero fue totalmente definitiva. Al año siguiente entre en la universidad, justo al mismo tiempo que se publicaba un reportaje periodistico sobre la incurabilidad de mi problema celular. Resignado por las nuevas noticias, con un reloj pendiendo sobre mi cabeza, me enfrasque en mis nuevos estudios avidamente. En pocos años, los habia terminado siendo el mejor estudiante de la promocion. El dia de la graduacion, mi padre fue asesinado en nuestra casa mientras dormia.
Me puse a buscar trabajo y, cuando ya parecia que, debido a mi aspecto fisico, nadie me iba contratar, aparecio en mi vida el perro. Lo encontre en la calle, medio muerto y tremendamente viejo. Por aquel entonces, yo tenia la fachada de un hombre maduro que rondaba la cincuentena. Me apiade de el, lo lleve a casa, lo cure y lo adopte como mascota. A partir de entonces, mi vida cambio de rumbo. Por un golpe de su suerte en una cafeteria, conoci a uno de los mandamases del jornal en el que comence a trabajar inmediatamente. El peso de los años parecia no afectar como antes a mis espaldas y a mis oidos; incluso mi vista mejoro notablemente.
Desde entonces, mi vivienda se ha trasladado a la habitacion de un hotel que comparto con otro: mi querido perro. Me siento bien.
Adelanto el automovil que llevo delante y se, mirando una señal informativa, que quedan menos de tres quilometros para mi destino. Imposible, pienso.

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