domingo, 6 de diciembre de 2009

Me acuerdo de aquel hombre que sólo pensaba en colores

Un horno trabado por el ángel que se eleva se muestra en un cuadro con colores frescos y cálidos. Me paseo y observo las paredes de la tierra que un enano compró por cien doblones de oro; sonrío viendo vida y acabó mi caminata.

Aparezco en un prado de hierba escarlata, en el medio una fuente que me recuerda a una pesadilla de hace millones de años. Ando en círculos marcando la cuadratura más que posible en el terreno resbaladizo y tiemblo debido al frío intenso, aterrador e hiriente. Un aire enturbiado por un ambiente cultural me envenena los pulmones clavando en ellos largas falcatas afiladas, me tiro al suelo gritando y cambio de cosmos, paso de fase existencial.

Ahora el paisaje es blanco, supongo en un principio que es nieve; me doy cuenta de mi equivocación y leo en un papel que se sostiene perpendicular al suelo que me encuentro en el castillo de Todo. Entre la pureza vislumbro la muralla, las almenas, el foso e incluso el patio interior; yo soy el Homenaje, la victoria esculpida que se siente feliz por su grandeza. La emoción asalta mi cabeza y me hace perder el control por un instante; el mundo metamorfosea.

Tierra blanda, líquida y viscosa: mar. El navío con el que surco las dunas parece frágil pero yo conozco su fortaleza, aguantará hasta que yo quiera que aguante, el tiempo necesario para llegar a mi puerto. Todo se presenta en calma bajo la tempestad hasta que surge Leviatán; pequeña mascota, ¿por qué me desafías? Mi tridente se clava en sus entrañas liberándolo de su pesado deber y yo aligerezo mi consciencia viajando a otra estrella.

La pancarta que porto está pintada con tinta oscura, muestra letras grandes y furiosas y destaca sobre las miles de compañeras. Yo estoy a la cabeza del desfile de terror e injusticia, yo soy titiritero de una compañía multitudinaria que me sigue sujeta por hilos. Me agito entre carcajadas malvadas que exigen un líder del que desconocen la existencia. Me doblo, lloro y me convierto en árbol manipulador de rama; sueño otro mundo.

Sigo doblado, pero mientras leo la inscripción de una tumba. Un teorema se muestra claro, demostrado ante mis ojos incrédulos; mil generaciones no olvidarán lo que acabo de descubrir, la sencillez transformada en combinación de caracteres. Una vida de desvelos llevo sobre mi espalda, explicaciones incorrectas se entremezclan en mi cabeza con una subyacente y pura verdad. Gran alegría y vacío me invaden mientras me convierto en una nueva fábula.

El vuelo es algo que ha interesado al hombre desde el comienzo de los tiempos. Al levantar la cabeza siempre nos hemos preguntado cómo llegar al cielo que vemos allí arriba, hemos envidiado a los pájaros volando con sus gráciles alas, creamos útiles artificiales para surcar el techo azul; pero yo me pregunto, ¿por qué?, ¿cuál es la finalidad de eso?. Yo me respondo y os respondo queridos oyentes, la libertad en el cielo es más evidente que en la tierra (me retiro de la tarima y abandono la sala saliendo al pasillo).

En la montaña hace frío, más que en el valle de abajo. De repente una bala me roza la mejilla, sube acariciando mis ojos y me despeina como un agresivo golpe de viento. Miro hacia el origen del proyectil y veo al Cazador, con sus ojos blancos y su gabardina verde manzana. Me mira con una mueca graciosa en la cara y me fijo en que sostiene el revólver en una mano y un globo amarillo en la otra. Bajo la vista hacia sus pies y no los veo, recuerdo al momento que los había perdido nadando en un río salvaje. Definitivamente me va a asesinar así que me resigno y me arrodillo, canto y espero el momento. Antes del momento final un barco se acerca por una ladera, un marinero saca un brazo por la borda, me agarra y me tira sobre la fría cubierta. Me dice que me llevará a tierras inexplorada; me resigno por segunda vez en poco tiempo y me duermo.

Las gafas están apoyadas sobre la mesa y le dan a ésta una apariencia de deformidad absoluta. Las miro desde todos los ángulos y solo veo unas molduras sin cristal; perdón, me equivoco, todavía hay trozos transparentes pegados al fino acero por la parte de dentro. Las levanto y observo la geometría de tan utilizado objeto, veo el sinsentido de su forma, su aparente inutilidad ante mis ojos. ¡Cuán terrible es el ingenio humano! Pienso en el viaje que voy hacer al día siguiente y me teletransporto.

La jungla que me persigue es una veloz depredadora que no se rendirá hasta devorarme entre sus fauces. Corro portando en mis manos la última piña de la isla como última esperanza de una civilización a la que represento, salto por encima de animales inconsistentes, soy y dejo de ser en dos metros consecutivos, pienso en el vacío que envuelve la parte de arriba de una bola y vuelvo sortear obstáculos y muros infinitos. Veo la salida, luminosa y negra como el hoyo en el que estaba apoyada la escalera; la ansío como alimento hambriento y la alcanzo cuando Reloj llega a la meta. Veo los añorados edificios azules altos como gigantes y pienso, me he perdido.

Trabajo soltando líquido en un plano blanco de forma rectangular. Soy amo de todos los saberes y conozco a todas las damas gentiles que rodean mi casa esperando un sutil agradecimiento. ¡Pobre ironía!, tan aislada en mi cabeza de las demás ideas; espera, debería estar agradecida, las otras están contaminadas por la locura que toca la superficie del lago en el que flotan. El agua que suelto está alterada, pero nadie se puede dar cuenta pues solamente duendes de pechos voluminosos están destinados a ver la Verdad. La ocurrencia era magnífica, mi figura recta y estrecha y la canción que escucho, repetitiva; la cambio.

Estoy en el mundo de la música que nunca se acaba, los acordes suenan y el sonido de lanzas entrechocándose el leitmotiv de la guerra que se avecina. Con todas mis experiencias a la espalda ya estoy preparado; ahora soy libre de ataduras y en mis manos sólo sujeto una cuerda, la que me permitirá escalar y escalar hasta que mi cuerpo desaparezca. Quizás entonces logre comprender porque se entienden lenguajes desconocidos o quizás no, pero, en ese momento, el viaje habrá llegado a su fin.