miércoles, 2 de septiembre de 2009

Durmiendo en una caja

El titan abrio los ojos y observo por primera vez las columnas de aquella enorme sala. Cada una de ellas estaba iluminada por tres gatos de fuego que parecian dispuestos a arañar el mundo dejandolo marcado por toda la eternidad.
El ser se levanto y empezo a caminar, las piernas le pesaban pero la fuerza de sus enormes alas contrarrestaba este inconveniente; podia andar, sentia fisicamente la capacidad para recorrer el mundo en lo que dura un suspiro de aquellos lejanos dioses que lo habian desterrado a las profundidades de su morada.
El era el rey del gran espacio vacio hasta la llegada de los invasores; canticos por todas partes, lenguas de territorios inexplorados y, como resultado, guerra infinita solo acompañada por las lagrimas de una madre inexperta que veia como sus hijos eran aniquilados por la llamada del poder.
El padre mataba a su hijo y este hacia lo propio con el suyo. Los mares se vaciaban de agua y se teñian del color carmesi. Las flores se secaban y perdian sus perennes sonrisas. Y, de pronto, todo acabo. Los hermanos, en alianza, habian triunfado frente a su todopoderoso gemelo, el unico paso que faltaba era el destierro de este.
Pero todo llegaba con el paso del tiempo, las oscuras paredes de su cautiverio estaban a punto de resquebrajarse. El titan saliria de las profundidades porque era la hora de las lagrimas y el era necesario. Su antiguo reino necesitaba la mano de un sentimiento.

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